El desarrollo personal depende, en gran medida, de su integración laboral. La consecución de objetivos, el sentimiento de productividad y de integración son fundamentales para las personas. Estas necesidades se multiplican cuando hablamos de personas con discapacidad.
Hoy os presentamos la historia de Miguel Ángel Arroyo. A causa de su discapacidad visual le dieron le incapacitaron para ejercer como maestro de educación física y cayó en una espiral detrás de la cual nunca imaginó lo que le esperaba. En un primer momento sintió tocar fondo, se le cerraba la puerta de su pasión, para lo que se había preparado toda la vida. Pero como bien se dice al cerrarse esta puerta, se abría una ventana en su carrera.
Su devoción por la práctica deportiva le llevó a encontrar en ella su refugio. Empezó con el atletismo, donde obtuvo grandes resultados tanto a nivel nacional como internacional llegando proclamarse campeón del mundo en relevos de 4x400 metros. De ahí se volcó hacia el triatlón y posteriormente optó por centrarse en el ciclismo. Miguel Ángel demostró su versatilidad en lo que al deporte se refiere y actualmente sueña con los juegos paralímpicos de Tokyo en la modalidad de remo. La historia de Miguel Ángel no nos dejó indiferentes y desde nuestra Fundación decidimos que debíamos dar todo el apoyo posible para que la estela de Miguel Ángel siga creciendo, nuestro patrocinio no es más que un empujón a una historia repleta de superación y sacrificio. Estos valores son los que nos representan y por ello contribuimos a fomentarlos en la sociedad.
No sólo como deportista es un ejemplo para tod@s sino que también en su vida personal ya que junto a su mujer (con ceguera total), su hijo de 11 y su hija de 4 años comenzaron su aventura como familia de acogida. Así han roto todas las barreras y prejuicios entorno a la discapacidad ya que son la primera familia de la Comunidad Valencia que los 2 tienen alguna discapacidad, y la primera en España en los que ambos tienen discapacidad visual.
